Artículo biográfico presentado en el VIII Congreso
de Estudios Extremeños (Badajoz, 2006) por
Antonio Ramiro González, Pilar Suárez Marcelo(*) y Alfredo Álvarez
García,
miembros de la Asociación para la Fundación Benito Mahedero.
(*) Exposición oral del trabajo
I. ANTECEDENTES
Aspecto del edificio "La Rosaleda" cuando se cedió
a la Universidad de Extremadura para alojar la recién creada
Escuela de Ingeniería Técnica Industrial |
Que en nuestra Comunidad Autónoma hay un antes y un después
de la Universidad de Extremadura es una de esas realidades cuya memoria viva
se va desvaneciendo en el tiempo con sus protagonistas y cuyo recuerdo a la
Historia compete mantener.
Para una gran parte, ya, de nuestra sociedad, la Universidad es un elemento
más del paisaje extremeño, como las encinas, porque ya estaba
ahí cuando ellos llegaron y a uno le parece que aquello que encontró
al llegar, estuvo allí desde siempre.
Bueno es recordar que esto no fue así; que no hace mucho tiempo las aulas
que hemos pisado, en el sentido más filosófico de la frase, no
era sino terreno baldío hace apenas 50 años.
Es más que sabido el abandono, también cultural, padecido por
nuestra región durante siglos. Era vergonzoso el índice de analfabetos
que mostraban las estadísticas año tras año. Y era más
vergonzoso cuanto más tiempo pasaba sin mejoría y, más
aun, cuando en otras regiones con parecido diagnóstico, la enfermedad
hacía crisis a favor del paciente.
Justo es reconocer, sin embargo, que a pesar de que la situación mencionada
se dilató hasta bien cumplida la primera mitad del siglo XX, las dos
capitales de provincia mantenían reductos culturales de significativa
importancia. En Badajoz, concretamente, tras la Guerra de Independencia contra
la ocupación francesa, que pone fin a los conflictos externos en los
que la ciudad estuvo envuelta casi permanentemente desde su fundación,
se inicia un período de tímido desarrollo económico y cultural
impulsado primeramente por la Real Sociedad Económica de Amigos del País,
fundada en 1816, y luego por la Escuela Normal de Maestros, creada en 1844,
y el Instituto de Segunda Enseñanza (Bachillerato General y Técnico)
"Bárbara de Braganza" en 1845.
El impulso intelectual, al que se suman tendencias sociales de creciente influencia
como la masonería, que llegó a tener una importantísima
Logia (Pax Augusta) en Badajoz, o el krausismo, conduce a la aparición
de otras instituciones culturales como la Biblioteca Pública de la propia
Sociedad Económica de Amigos del País, abierta al público
en 1871, o la Academia Municipal de Dibujo y Pintura, que dirigiera Felipe Checa,
creada en 1876, y que fue germen de la Escuela de Artes y Oficios (1892).
Todo este proceso cultural se extiende a las primeras décadas del siglo
XX en el que se puede destacar la aparición del Ateneo Pacense en 1902
o la creación del Museo Provincial de Bellas Artes en 1922, cuyo primer
director fue Adelardo Covarsí.
Después, el panorama cultural vuelve a oscurecerse con la crisis social
de finales de los años veinte y principio de los treinta y luego, definitivamente,
con la guerra civil.
Hay que llegar a la década de los sesenta (tal vez un poco antes) para
que los herederos naturales de aquellas inquietudes culturales encontraran las
vías de reivindicar una institución universitaria que tal vez
podría haber llegado antes (o puede que no, nunca lo sabremos) si la
historia social y política hubiera sido otra. El caso es que aquellas
vivas aguas decimonónicas acabarían trayendo, al cabo de un siglo,
los fértiles lodos que hicieron posibles la creación en 1968 de
la Facultad de Ciencias de Badajoz, dependiente de la Universidad de Sevilla,
y luego, en 1973, de nuestra propia Universidad.
Debe en este punto llamarse la atención (el repaso de los datos enunciados
así lo pone de manifiesto) de que, a pesar de la actividad cultural desarrollada,
muy poco se hizo en el campo de las ciencias: algunas publicaciones docentes
o algunos artículos divulgativos propiciado por el relativamente elevado
número de imprentas que tuvo la ciudad, es todo el balance que puede
hacerse en este campo. Desde luego, en ningún caso cabía hablar
de investigación científica en Extremadura en los términos
que ahora demandaba la recién nacida enseñanza superior. Era necesario
abrir líneas de trabajo y formar doctores extremeños en las nuevas
disciplinas y a esto se dedicaron unos pocos pioneros entre los que se contaba
D. Benito Mahedero Balsera, de quien este artículo quiere ser memoria.
II. BIOGRAFÍA
Hay que remontarse hasta 1956, año en que un joven de 27
años, licenciado en Ciencias Químicas por la Universidad de Sevilla,
tras unos escarceos en la industria de recuperación de metales preciosos,
aprueba con el número uno las Oposiciones a Cátedra de Escuelas
de Magisterio y solicita la plaza de Badajoz.
Ese joven, D. Benito Mahedero Balsera, nacido en Córdoba el 14 de marzo
de 1929, había cursado con una nota media de 9,3 los entonces siete cursos
de Bachillerato y tras aprobar el examen de Estado en la Universidad de Sevilla,
había ingresado en su Facultad de Ciencias, Sección de Químicas,
para cursar los estudios de la Licenciatura. Allí, tras superar los cinco
cursos de la carrera con un brillante currículum, efectuó el examen
de Licenciatura obteniendo la calificación de Sobresaliente y Premio
Extraordinario.
En 1957, año en el que llega a Badajoz, los centros de enseñanza
existentes en nuestra ciudad se limitaban al Instituto de Enseñanza Media,
la Escuela Normal de Magisterio (antes mencionados) y una Escuela de Comercio,
además de algunos colegios privados.
La mayor parte del profesorado de la Escuela de Magisterio que encontró
en aquellos momentos (en realidad eran dos escuelas perfectamente separadas:
"Arias Montano", la masculina, y "Virgen de Guadalupe",
la de las niñas) estaba constituido por profesores de edad avanzada y
con una titulación, en general, muy ajustada a los estudios que tenían
que impartir.
No es difícil imaginar la revolución que supuso la incorporación
del joven Catedrático de Física y Química al Claustro de
Profesores de una Escuela en la que las asignaturas más difíciles
eran la Religión, la Caligrafía y los Trabajos Manuales. D. Benito
cambió totalmente la imagen de esa vetusta escuela y se ganó inmediatamente
el cariño y la amistad de los estudiantes, algunos casi de su misma edad.
Se dejó de discutir en clase de si los ángulos complementarios
eran aquellos que sumados valían noventa grados o ciento ochenta, se
dejó de clasificar triángulos y cuadriláteros, y las Matemáticas,
la Física y la Química adquirieron la seriedad que merecían,
llegando a ser (casi) tan importantes como la Religión o la Caligrafía.
Se comenzaron a organizar conferencias en colaboración con la Sociedad
de Amigos del País, con los Institutos de Enseñanza Media o con
las Cámaras de Comercio. Se crearon grupos de teatro, grupos musicales,
una coral, una tuna... Y lo que es más importante, muchos de los alumnos
que con él estudiaban, se aficionaron a la Física y decidieron
continuar sus estudios, luego, en la nueva Facultad de Badajoz, formándose
así una primera cantera de futuros profesores universitarios.
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D. Antón Civit Breu
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III. RESUMEN
En fin, D. Benito dirigió un total de 11 tesinas y 9 tesis
doctorales y publicó un importante número de trabajos entre los
que a él le gustaba destacar, por la repercusión que tuvo en algunas
universidades muy lejanas a la nuestra, uno publicado con su compañero
y amigo Guillermo Rodríguez-Izquierdo en 1976, en el International Journal
of Electrical Engineering Education, titulado "Some comments of Thomson's
Theorem".
Pero lo más trascendente de su trabajo es que ese germen que supuso para
la formación científica en nuestro desértico panorama,
se ha desarrollado fértilmente y hoy cuelgan de su tronco grupos de trabajo
en disciplinas científicas de diversas índoles (Electrónica,
por supuesto, Protección radiológica, Aprovechamiento energético
de la biomasa, Aplicaciones eléctricas de superconductores, etc.; esta
última en un laboratorio de la actual Escuela de Ingenierías Industriales
que lleva el nombre de D. Benito), liderados por aquellos alumnos primeros y,
en algunos casos, ya, por los discípulos de éstos.